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Se acercan estas fechas tan entrañables que son las Navidades y a mí ya me entra el telele sólo de pensar que voy a tener que ir a mi pueblo. Porque yo, todo hay que contar, me hice urbana, pero soy de pueblo y no de cualquiera, sino de un pueblo belga cuyo nombre se podría traducir por Aldea sobre el Río Hora. Bueno visto así parece idílico y te lo imaginas como el lugar ideal  para un anuncio de Mimosín, ¿a que casi podéis oler el aroma Pino Salvaje? Si os cuento que tiene un castillo del siglo 17 en estado impecable que sirve como marco idílico de bodas y comuniones, y que encima del río Hora pasa un puente de piedras auténticas, Os ponéis a soñar ¿verdad? Pues no, para mí no tiene ningún encanto y sabéis ¿por qué? Porque me es mortalmente aburrido.

Es que aquí en España, tenéis un alto concepto del pueblo, es como un lugar mágico, vamos mejor que un todo a cien (ahora Chinos) porque allí encuentras de todo y es muchísimo más barato. Los españoles de las grandes urbes se tiran horas de atasco de semana santa al puente del Pilar para pasar unas horas en SU PUEBLO este paraíso sin par.  Y las fiestas, ¡Qué bonitas quedan con sus lanzamientos de cabras y encierros de toros embolados! ¡Qué borracheras, qué majos son los de la Peña, quien bien sabe todo! Bueno pues en mi pueblo no es lo mismo, no Señor, y por lo pronto los belgas no tienen el mismo concepto del Bar. Aquí el bar del pueblo es como un centro social, ves a tus vecinos, te tomas las cañas después del trabajo, se juntan los niños en la plazoleta de enfrente, te juntas con las amigas a poner a parir el personal, vamos es el punto de encuentro. En mi país no, en los pueblos al bar van los borrachos de pro, los desempleados eternos en busca de chanchullos y demás líos y la panda de moteros. Una chica sola no entra en un bar, sino se interpreta que es una buscona, y más o menos da derecho al personal a meterte mano sin mayor contemplación. Ni falta añadir que si se te ocurre la genial idea de llevar allí la prole, directamente llaman a la asistente social y te quita la custodia. No hay tiendas, sólo las de comida, ni un tenderete con encanto que te vende productos del terruño y eso que tenemos una abadía con amables monjes que fabrican una de las mejores birra del País. Con lo cual, a quedarme en la casa paterna, esperando que alguien me saque de allí. Lo tengo difícil porque para los demás del burgo me he convertido en una FORASTERA y con alevosía porque no me limite a vivir en una ciudad, además he buscado una a 1600 km de allí. Menos mal que me queda mi ex novio que me hace el favor de invitar a una cena, es nuestro peculiar 7 de septiembre Mecanoniano. La verdad que es un Santo porque le abandoné precisamente para largarme a Madrid con mi Carlos. Estar con papá y mamá le llevo bien dos días, al tercero voy renegando ya de todo. Me dedicó a ver pelis francesas no estrenadas en España y a comer. Y eso tampoco lo disfruto porque ya empieza mi padre con:

–         Hija, mona eres, pero hay que ver como te estas poniendo

–         Máma, has oído eso, digo yo espantada

–         Hija, si tendrías que perder 10 kg, hay que cuidarse más

–         ¿Qué hago con 50kg, no tendría ni tetas?

–         Ah pues yo te echaba 65kg

Y allí me tenéis, tragando a duras penas el último bombón de chocolate belga, con lágrimas en los ojos, y pensando en los anuncios de Turrón español en los cuales el hijo pródigo vuelve a casa por Navidades y toda la familia le acoge con amor y devoción aunque venga de África con Ebola y harapos. ¡Eso sí que es espíritu navideño!

No a mis padres no les ciega el amor filial y de nada sirve que me vean poco y le haya dado una nieta actriz que propicio a mis padres merendar con Géraldine Chaplin (que enamoró mi padre en Doctor Zivago) como si fuese la vecina de 5º, ellos me siguen controlando todo, hasta le peso.

 Así que visto la fecha en el calendario, me he apuntado el lunes 20 como principio de dieta. Porque las dietas se empiezan el lunes y además el domingo la Musu me invita a un Cuscus.

A ver si de aquí al 25 de diciembre, he bajado a la 38 (eso si que un sueño) o por le menos conservado la 40.

Díos que pereza más grande me está entrando.