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Credo imposible

[…]

Era de esperar- la siguiente etapa se consagró, según los cánones clásicos, a la exploración del mundo de los “muertos”… Mis amigos volvieron a reunirse en mi casa para sentarse alrededor de una mesa, como si se tratase de una sesión de bridge; pero lo que queríamos era interrogar a los “espíritus”.
Era necesario aclarar que algunos del grupo no creíamos verdaderamente en la existencia de estos “espíritus”, ya que el espiritismo tenía mala fama. Sencillamente queríamos presenciar fenómenos extravagantes. En tal sentido, tuvimos lo que buscábamos.
La composición de nuestro grupo era variable: no siempre los asistentes eran los mismos. Algunos se alejaban para no regresar; otros, por el contrario, al enterarse que en mi casa ocurrían sucesos insólitos, querían tomar parte personalmente y se añadían a nuestro grupo. Entre ellos había muchachos y chicas que estaban empezando sus actividades en el periodismo, en la radio, el teatro y el cine. Algunos ya gozaban de cierto renombre, o llegarían más tarde a convertirse en vedettes; sin embargo, dado el carácter a veces comprometedor de cuanto voy a relatar, no me siento autorizado a citar nombres.

Nosotros no nos dedicábamos a “hacer bailar mesas”, según suele decirse comúnmente: éste es un método arcaico que exige mucho tiempo y paciencia. Para recibir los mensajes de los difuntos (o los fenómenos que se aceptaban como tales) utilizábamos una copa puesta boca abajo, es decir, un objeto ligero sobre el cual apoyar ligeramente los dedos varios de nosotros; pocos instantes después la copa parecía cargarse de un “fluido” y, espontáneamente, iba resbalando hacia las letras de un alfabeto que habíamos puesto en círculo. Así se formaban determinadas palabras. Rozando apenas la base de la copa, los dedos tenían que mantener el contacto, aunque tratando de no modificar su desplazamiento.

[…]

Varios de nosotros estábamos pendientes del alfabeto de los muertos, cada uno rozando con un dedo la base de la copa invertida. Al mismo tiempo, otros amigos, cansados del “juego”, se habían reunido en una habitación próxima dejando la puerta abierta pero desinteresándose de nuestra sesión. Un viejo gramófono de manivela dejaba ir en sordina algunos temas de Cole Porter o de Jérôme Kern, sin molestar en lo más mínimo nuestros diálogos con el reino de Hades.
De pronto, la copa se deslizó dulcemente de una letra a otra, componiendo un nombre: ÉLIANE. Tras lo cual, pareció moverse al azar, alineando sílabas cuyo sentido se nos escapaba por completo: forge, tmen, ot… Nuestro “secretario”, es decir, el que se encargaba de transcribir los mensajes en un cuaderno, exclamó: “Pero… ¡Si está en inglés!” Efectivamente, la mencionada Éliane nos había dictado, sencillamente, la frase forget me not, es decir, “no me olvidéis”. Fascinados por este suceso, que nos cogía por sorpresa, nos preparábamos para captar la continuación cuando en un hueco de la puerta apareció uno de los amigos que estaban en el otro cuarto, es decir, uno de aquellos que tras pocos minutos “ya no jugaban más” con nosotros, prefiriendo la compañía de una chica y los sones de una pieza de jazz.
Se quedó allí inmóvil, con los brazos caídos y pálidos como el papel. Era un muchacho de veintitrés o veinticuatro años, al que llamaré Max. Parecía presa de una violenta emoción.

-Oye, ¿qué te pasa?- le preguntó alguien.
Max balbuceó.
-Es imposible…¿Es que no acabáis de decir: “Éliane, forget me not”?

Y, dado que le mirábamos sin comprender el porqué de su turbación, él, desabrochando con manos temblorosas el cuello de su camisa, mostró una pequeña medalla de oro que llevaba al cuello.
En una cara se leía ÉLIANE, y en la otra FoRGeT Me NoT.
Dado que Max era el único que sabía que llevaba consigo ese recuerdo de un amor pasado, nos entusiasmamos ante el curioso fenómeno de “transmisión del pensamiento” que nos había llevado a transcribir estas palabras que sólo para él eran importantes, exactamente cuando él se despreocupaba de nuestra actividad y no nos prestaba más que una atención muy superficial. La hipótesis de un menaje enviado realmente por una tal Éliane, habitante del otro mundo, no nos parecía verosímil, y la versión telepática era suficiente para satisfacernos por completo.
Alguien, sin embargo, se atrevió a preguntar a Max qué se había hecho de Éliane. Max contestó:

-Murió. Hace un año. En una clínica.

Bajo nuestros dedos, la copa había vuelto a deslizarse con un movimiento lánguido. “Max – dictaba Éliane-, yo te amaba…y he muerto por ti.”

-¡Basta!- conminó Max-. Es una broma de mal gusto.

Pero nadie tenía la menor intención de bromear. Max estaba visiblemente alterado, y nosotros, un tanto cohibidos, indecisos, no atreviéndonos a interrumpir el movimiento de la copa, que no cesaba de moverse, registramos: “Yo sufro…necesidad de flores…llevad flores al cementerio”. El instrumento del mensaje aminoró la marcha y se detuvo. Éliane, presente por un momento, se había desvanecido. Alguien le propuso a Max tomar una copa, que él aceptó.

La continuación de esta historia no es fácilmente sintetizable. Max, optando decididamente por la incredulidad, se negó a llevar flores a la tumba de Éliane (¿qué podía hacer yo?). le hice notar que no sabíamos nada de nada; que los muertos, después de todo, quizá viviesen; que tal vez podía existir un estado postmórtem que correspondiese a lo que los creyentes llaman purgatorio; y que – esto lo había leído no recuerdo dónde- ciertas emanaciones vegetales (flores) les brindaban a los muertos un “fluido” benéfico… No recuerdo lo que le dije a Max. Él me contestó:

-De acuerdo, hazlo tú.

Lo hice. No tenía nada que perder, y una tal Éliane podía salir ganando. Max me había dicho en qué cementerio descansaban los restos de la joven, dónde estaba situada la tumba, así como el apellido familiar. Durante una media hora, estúpidamente, con un ramillete en la mano, recorrí en todos los sentidos el sendero indicado, desierto, sin encontrar nada. Las tumbas estaban apretujadas y yo no lograba distinguir en ninguna de ellas el nombre que buscaba. Empecé a sospechar que Max había urdido una lúgubre farsa. Sin embargo, su emoción había sido sincera, hubiese podido jurarlo. Para cerrar este asunto, no habiendo encontrado rastros de la presencia de Éliane, decidí renunciar a la empresa y abandonar cuanto antes aquellos tétricos lugares. Mientras me dirigía rápidamente hacia la salida, sentí de pronto –cosa que ya me había ocurrido anteriormente- una especie de brisa que acariciaba mi rostro, al tiempo que me veía obligado a volver la cabeza hacia la izquierda, como si alguien me estuviese señalando un lugar determinado…
Allí estaba, a mis pies, la tumba de Éliane. Había pasado delante varias veces sin advertirla. Con el corazón latiendo tumultuosamente dejé furtivamente mis rosas en una esquina de las lápidas, pero no recé oración alguna por la sencilla razón de que no conocía ninguna. Sólo pensaba en una cosa: huir. Tomé las de Villadiego como perseguido por un espectro, con la mejilla todavía sensible al recuerdo de aquella fugaz pero perentoria caricia, brisa o transparente gesto de una joven difunta…

Texto extraído del libro “Credo imposible, las razones de lo irracional” de Paul Misraki.


6 comentarios »

6 comentarios a “Credo imposible”

  1. el 29 Mar 2007 a las 29 marzo 2007 PR: 4 Tetxu

    Leo cualquier cosa que caiga en mis manos, pero estos temas en concreto, ma gustan … aunque, ahora que me paro a pensarlo, hace mucho tiempo que no leo nada de este género … Lo anotaré en mi lista de “pendientes” …..

    Besines de Colorines!

  2. el 29 Mar 2007 a las 29 marzo 2007 PR: 6 La Toterreno

    Creo que es el que pusiste en gentelive hace tiempo no?lo he leido por encima y me pareció ese, me gustó muchísimo! si no es perdon por mi torpeza jejeje Un saludo!

  3. el 29 Mar 2007 a las 29 marzo 2007 PR: 1 Giselle

    sip…jiji, a mí me encantó este libro. Siempre que puedo me lo vuelvo a leer 😛

  4. el 30 Mar 2007 a las 30 marzo 2007 PR: 4 Ártemis

    Tía, ¿te puedes creer que el otro día me acordé de este texto?
    Interesante, sí señorita.

    Saludos!!

  5. el 02 Abr 2007 a las 2 abril 2007 PR: 1 Giselle

    Na, tranqui… eso es mi telepatía… x’DDDDD

  6. el 01 Abr 2008 a las 1 abril 2008 PR: 0 LUA

    HOLA
    GISSELLE NECESITO CONSEGUIR EL LIBRO ” CREDO IMPOSIBLE YO SOY DE MEXICO DF, NO LO HE ENCONTRADO SIME PUDIERAS AYUDAR TE LO AGRADECERE MI MSN ES [email protected], GRACIAS ESTA PADRE LO BLOG BESOS
    LUA

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