Cómo reconocer a un enano mental
4 mayo 2007 por lupita
O CUANDO PARECE QUE ERES “EL REFUGIO PERFECTO PARA NARCISOS DESVALIDOS”.
“El abuso mata algo muy valioso: la misericordia”
Marcela Serrano, en “Antigua vida mía”
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Hace algunos años, cuando parecía que todos los hombres que se cruzaban por mi camino estaban cortados por la misma tijera, comencé a escribir un libro que mi inteligentísima hermana Judito san y yo titulamos “El Bichonario”.
El librito de marras ha ido engordando, hasta casi convertirse en una enciclopedia. Y es que, además de nuestros “ejemplares, se han ido añadiendo los de una que otra amiga que, como nosotras, han tenido la fortuna de enriquecer sus experiencias a través de una colección variopinta de personajes. Tal enriquecimiento, dicho sea de paso, nos ha servido para ir estrechando los límites de nuestra tolerancia y así ir delimitando lo que realmente esperamos de un hombre. Esto, nos ha hecho conocer hombres verdaderamente maravillosos pero, desde luego, no nos ha evitado el seguir tropezando de cuando en cuando, con ciertas bacterias dañinas para nuestra salud afectiva y mental.
Dicen que la tercera es la vencida: ya me cansa esto de decir :“Coño, no quisiera ser tan buena gente”, así que despertando a mí cabrona interior me metí en una guerra psicológica, que me trajo como resultado un hombro dislocado, pero la culpa ha sido del anís que me nubló la parte del cerebro donde se encuentra el botón de “para”, lo bueno es que soy harto benevolente con mi persona y digo, con Marcela Serrano: “La pasión es la que genera las energías ¡Benditas somos!”.
También tuve la posibilidad de encerrarme un fin de semana con dos de mis escritoras favoritas: Marcela Serrano y Ángeles Mastretta. Como resultado de mi diálogo con ellas, he logrado comenzar una lista de características (que incluiré en “El Bichonario”), muy útiles a la hora de identificar a una especie menor de bicho: EL ENANO MENTAL.
SABES QUE HAS ENCONTRADO A UN ENANO MENTAL, CUANDO:
El bicho cree que a las mujeres les gusta que las llamen “nenas”.
Cuando una mujer es asertiva, la considera “cabrona, psicótica e inmadura”.
Se inventa excusas para dejarte plantada: “tengo mucho trabajo”, “no me comprendes”, “se le acabó la batería al teléfono”.
Ofrece consejos paternalistas sin tener la autoridad moral o la experiencia para hacerlo.
Es un bravucón estúpido, que siempre tiene que ganar, aunque sea pasando por la integridad e insultando la inteligencia de los demás.
No termina lo que inicia (es decir, pone la sopa y luego no se la traga) y confunde el hambre con las ganas de comer.
Las relaciones sexuales sólo se dan cuando él quiere y de acuerdo a sus necesidades, reales o imaginarias.
Para él, tú puedes ser el capricho de una noche, pero si le dices que lo ha sido él, se le rompen los esquemas porque él quiere ser inolvidable y no resiste la idea de ser usado para cubrir una necesidad.
Te suelta frases como “Vine aquí con la esperanza de verte” aunque sepa tu número de teléfono o dónde vives.
Su enojo es justificado, el tuyo es “berrinche”.
Te enseña su foto, en revistas que a nadie le importan, para hacerte saber lo “exitoso” que es y así estés agradecida porque te regaló su atención: “Quieres verme el lunes, sí o no. Tómalo o déjalo”
Arma una larga cadena de mentiras, para justificar su ira o frustración: “no traigo dinero, bueno sí tengo pero mi madre está en el hospital, bueno pero es que mi error fue verte con mis amigos” (celos, malditos celos).
Piensa que el país es injusto y estúpido, porque no reconoce la grandeza y multiplicidad de sus talentos: “la sinfónica nacional sólo acepta a extranjeros” (¿ Y qué con el trabajo duro y la perseverancia?)
Ha viajado, pero no ha querido aprender nada porque nadie puede enseñarle maldita la cosa. Puede hablar en varios idiomas, pero ES INCAPAZ de usarlos para comunicarse.
Se engancha fácilmente en provocaciones, especialmente cuando éstas afectan su ego (no hay que romperle el espejo a Narciso, porque sólo así puede reconocerse)
Se rodea de amigos que considera por debajo de su nivel, porque sólo así deja él de pasar desapercibido.
Trata a sus amigos y/o familia como si fueran estúpidos, y es capaz hasta de pagarles tragos sólo para poder echárselos en cara o hablar mal de ellos a sus espaldas.
Se enfurece cuando descubre que, esos amigos, son percibidos por los demás como más guapos, más inteligentes, mejor adaptados y mucho, pero mucho más atractivos.
Envía a sus amigos, con tus amigas, para averiguar si tú le hiciste algo, en vez de preguntártelo a ti (¿Diva, pero entonces si fue ella la que le rayó el coche?).
Como Pancho Rivera, el de la canción: “Dice ser amigo de gente importante, de gobernadores y de ahí pa´delante”.
Como Sartre (pero sin su lucidez para argumentarlo), dice que “L´enfer sont les autres” (Los enfermos son los otros).
Es incapaz de reconocer que hay alguien que sabe hacer las cosas mejor que él. Tampoco es capaz de decir “no sé” a nada.
Como dice Mastretta, en No hay eternidad como la mía: “le sobran tu avidez, tu certidumbre de que no hay imposibles, tu terquedad y hasta la certeza de que podrías vivir sin él.
Sólo su interpretación es valiosa y lo que tú pienses, digas o sientas no cuenta para nada.
Siempre busca una justificación para atropellar a las mujeres que dice amar: “tú te lo buscaste, pareces una cualquiera; ¿A eso fuiste al bar?, no me retes”
Desafortunadamente, parece que el enano mental es una especie muy difundida en mi patria y, aunque, no es tan dañino como él se quiere creer, es bastante molesto para la salud mental y afectiva de cualquiera que lo encuentre.
Sé que las amigas que conocen a mi enano mental (si, ya saben, ese que tiene nombre de alemán, aunque no la estatura), harán el favor de ampliar la lista. Les ruego que lo hagan y, de ser posibles, escriban una o varias soluciones para acabar con bichejo tan miserable.
A mí se me ocurren las siguientes:
· Romperle el espejo, para que se muera de la pena.
· Enviarlo a la Rotonda de los hombres ilustres para que, rodeado de notables, no se sienta desamparado y sólo entre el resto de los mortales.
· Hacer un “Enanotón” para poder pagarle una terapia de choque que incluya, además, toda la leche de magnesia que necesita su gastritis psicosomática (si es que hasta él debe sentir asco de vivir consigo mismo).
· Enrollarse con el amigo ése que es más atractivo que él.
¡Ah! Se me olvidaba, El Bichonario es ilustrado… tengo unas fotos buenísimas de todas las bacterias, dañinas y benéficas. Ya publicaré alguna de ellas.